Duende

Este fin de semana he tenido la suerte de recibir la visita de una pareja galáctica, ella se llama Aurora, es de México y fue mi compañera de piso durante mi primer año de estancia en Shanghái y él se llama Pedro, lo acabo de conocer en persona pero ha sido como si nos conociéramos de toda la vida.

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Olé, olé y olé. Y quien no diga olé que se le seque la hierbabuena.

Lo que me gusta de ellos es su manera de ver el mundo y de viajar; con el flow, sin forzar el momento y, también hay que decirlo, siempre dejándose acompañar de un buen vinito o cerveza.

Su visita ha sido corta, y aunque podríamos haber visto más cosas, creo que se quedan con lo importante de esta ciudad: las callejuelas del Albaicín y el Sacromonte, la imprescindible Alhambra, la Catedral y, lo más importante, un sin fin de lug[b]ares autóctonos llenos de vida y de personajes que ayudan a comprender mucho mejor qué es Granada.

Un gran acierto fue visitar Le Chien Andalou, una cueva de flamenco en Plaza Nueva que ofrece un gran espectáculo, baratito, íntimo y con un vino rioja de la casa para morirse. Las fotos que saqué en la cueva, a pesar de que estaba oscurísimo y que tampoco tenía mucho campo de visión, son espectaculares (y yo no suelo describir mis fotografías así).

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La fotógrafa fotografiada

El segundo gran acierto de la noche fue ir a la Bulería, ya estábamos entonados de flamenco y queríamos algo más autóctono. En esta cueva, situada a las puertas del Camborio, y si tienes suerte, puedes encontrarte una versión la real y más rumbera del típico show de flamenco. Tuvimos suerte.

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Grande, Morente, siempre presente.
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Mil historias contadas en una sola foto. Quien estuvo allí lo sabe y quien no lo intuye.

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Hay visitas que alegran el alma y a pesar de que reniego de viajar, de vivir fuera y de despedirme continuamente reconozco que hay ciertas personas que hacen que todo haya valido la pena.

Nos vemos pronto, Tía.